viernes, 6 de febrero de 2009

Recreación

Y desde que tocó la puerta todo sonó a violencia…

-¡Sé que estas aquí! – gritó al tiempo que giraba la perilla y empujó la puerta para abrirla.

Podía mirar un poco a través de un pequeño hoyo que había en las pesadas hojas de madera que cerraban la ventana, hoyito el cual había sido originado por él mismo en unos de sus tantos ataques de violencia, causado por la ansiedad y la excitación que siempre le originaban estas situaciones, veía como desordenaba lo ya de por si desordenado de la habitación, buscaba debajo de los pocos muebles que habían: la cama, el tocador de patas largas, en el enorme ropero, rebuscando entre los vestidos largos, pantalones, suéteres y abrigos; y revolvió la montaña de ropa sucia que había en un rincón.

Puso todo de cabeza, aún sin saber exactamente qué era lo que encontraría. Salió de ahí sin siquiera cerrar la puerta, volteaba en todas las direcciones posibles que su cuello le permitía; antes de darme la espalda para seguir en la búsqueda pude ver esa mirada de confusión, él simplemente no sabía qué hacer. Yo sabía que iría a buscarme en el cuarto contiguo, así que aproveche para colarme por la ventana, al momento que se oía que gritaba – ¡Ahora sí! Estas aquí y no te dejaré salir- escuché como le ponía el seguro a la puerta una vez que había entrado, esa habitación era la más grande por lo que le tomaría más tiempo, y entonces rápidamente bajé las escaleras sin hacer mucho ruido.

Al llegar a la planta baja me di cuenta que estaba completamente sola; todo al igual que la pieza de arriba se encontraba en un caos, todo desajustado, el ambiente estaba violentado, intenté abrir la puerta principal pero estaba con llave, ¡eso era injusto! y mi ansiedad crecía; lo bueno es que siempre he sabido cuales son los mejores escondites de este lugar, y por el momento no me encontraría. Pero mi corazón chocaba fuerte y desesperadamente contra mi pecho, la sensación de miedo a que me encontrara empezaba a recorrer todo mi cuerpo, y no podía dejar de sonreír por eso. Escuchar sus pasos en el piso de arriba acrecentaba mi nerviosismo, me avisaba (sin querer) que estaba a punto de bajar, sin pensarlo corrí y atravesé la cocina y salí al patio de atrás y me escondí en lo primero que vi, el locker en donde se guardaban las escobas, recogedores, trapeadores y esas cosas… mi tiempo se acababa.

Encerrada ahí escuchaba lo agitado de mi respiración e imaginaba que tanto haría, esperaba que se diera por vencido y me dejara en paz, o no sé… de pronto escuché las pisadas en el cemento, ese sonido rasposo muy particular cuando hay un poco de arena, mi corazón estaba a punto de estallar, puse mis manos sobre la boca para no delatarme, me acababa de dar cuenta que yo sola me había sentenciado, este era un mal lugar para estar, no puedo correr a ninguna parte. Me atemorizaba el hecho de que no dijera nada esta vez, me empezó a dar miedo su silencio, eso quería decir que estaba seguro y decidido…

Sudaba, por el calor que hacia dentro y por el miedo que me invadía... la amenaza de su presencia era inminente. De pronto las hojas metálicas se abrieron de par en par, igual que mis ojos ante la sorpresa, en escasos segundos vi como su pupila se dilataba y su cara tenía una mueca de placer inmensa que me horrorizó, sentí que algo se desprendió de mi y estuve a punto de llorar pero me lo impidió su grito que retumbaba en esa caja descolorida por lo oxidada:

-¡¡¡TAN, TAN POR GRIS!!! ¡¡¡QUE ESTÁ EN EL LOCKER!!!


No pude salvar a nadie…

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